lunes, 7 de abril de 2014

Quinologias



Lo mismo que tengo de agradecido lo tengo de ingrato. Hablo de mi, si. Recuerdo una tira dominical de Quino, en la que un hombre, perdido y desesperado en algún lugar del desierto, implora al cielo su salvación. Algo que le permita continuar, acabar con aquella sed que le estaba literalmente matando. Un milagro, una señal. Algo.

Como en la más épica de las historias bíblicas, el cielo escuchó su lamento y apiadándose del moribundo, se abrió ante él dejando caer sobre la arena una botella de Coca-Cola helada.

La sonrisa iluminada de aquel desgraciado, se convirtió instantáneamente en ira, al comprobar que no tenia un abridor para destapar aquel refresco salvador. Y con una energía hasta ese momento desconocida, comenzó a blasfemar maldiciendo su suerte y lo que él interpretó como una plegaria mal atendida.

Y el cielo le volvió a escuchar, se abrió en dos y dejó caer ante el desgraciado (ahora reconvertido en un desconcertado desgraciado) ...un sacacorchos.

Ese es quien intento no ser. Pero creedme, no es fácil.

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